31/8/09

DE LA VOZ Y DEL RUIDO (LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD)

Con motivo de la campaña electoral de las pasadas generales de 2008, escribí unas líneas que luego tuve el honor de leer en la presentación de la candidatura de UPyD por Baleares. Hoy, poniendo orden a mis archivos, he encontrado el citado texto, lo he vuelto a leer y no me ha quedado más remedio sino aceptar que todo lo que llegué a afirmar hace algo más de un año y medio sigue siendo tremendamente válido a día de hoy. Por ello publico ahora lo escrito entonces, consciente de que esa ilusión que me llevó a implicarme en un proyecto como el de UPyD, no sólo se mantiene intacta, sino que ha crecido como van multiplicándose las expectativas que depositan en él un número cada vez más importante de ciudadanos de este país.

Navegando por la red con el propósito de informarme acerca de la coalición electoral Unitat per les Illes, me ha dolido leer, una vez más, en foros del PSM y otras organizaciones nacionalistas, descalificaciones como “espanyolistes”, “feixistes”, “forasterots”, etc. No he acertado descubrir a quién iban dirigidos dichos adjetivos, aunque sí lo puedo imaginar. ¿No apuntarán a todos aquellos que no comulgan con su ideario nacionalista?

Desde pequeño me enseñaron, tanto en casa como en la escuela a respetar y aceptar las
diferentes ideas, religiones, filosofías y orientaciones sexuales. No comparto los postulados extremos, sean cuales sean. Ni el mito de la aldea o de la tierra ni el de la raza. Creo en las personas, en una educación sólida y amplia, en una organización social que dote a los ciudadanos de las suficientes herramientas para desarrollarse personal y profesionalmente. La educación verdadera, lejos de ser un medio a través del cual se perpetúan ideas refutables o, aún peor, instrumento del adoctrinamiento, además de transmitir conocimiento, ha de marcarse como objetivo el que todos podamos pensar con criterio propio y razonado. Por eso me siento reconfortado al ver que por fin un partido, UPyD, propone un gran pacto de estado por la Educación, para que en este país nos tomemos de nuevo en serio este tema crucial.

Al finalizar la Guerra Civil, en un campamento de refugiados en Francia, un joven soldado de la República vio a lo lejos acercarse al recinto a una chica de largos cabellos morenos. En ese preciso instante el joven supo que se trataba de su hermana, María. En efecto, la muchacha llegaba decidida a llevarse con ella a su hermano. No olvidemos que las condiciones de vida en los campos eran lo más parecido a las de un presidio y que era preciso aportar garantías para poder salir de ellos. María consiguió su propósito.

Los nietos del soldado han escuchado con pasión esta historia contada mil veces por su abuelo y yo estoy muy orgulloso de lo que hizo mi abuela, ese día y toda su vida.

He recordado esta corta historia porque mi abuela, “catalana de Mallorca” como se solía decir y finalmente casada con un mallorquín, siempre sintió un fuerte arraigo hacia sus dos lugares de procedencia: Barcelona y Mallorca, pero no por ello dejó de ser una ciudadana universal, entusiasmada con todo aquello que le ofrecieron las tierras que la acogieron en diferentes momentos de su vida, se tratara del País Vasco francés, del Languedoc-Rosellón o de Andalucía.

Vivió sus últimos años en Mallorca y aquí reposan sus restos y me entristece todavía hoy recordar su pena porque nunca consiguió que la aceptaran como una vecina más y porque solieran tratarla de catalanota o de chuetona.

Al igual que mi abuela, he pasado parte de mi vida recorriendo mundo, no como turista, sino como inmigrante voluntario. En todos los lugares en que he vivido he sido agraciado con el trato de sus gentes y estoy agradecido por haber descubierto modos de vivir fascinantes, como a día de hoy me siento parte plenamente integrante e integrada de la realidad y sociedad balear.

Y entonces, COMO DECÍA leo: “espanyolista”, “feixista” y “forasterot”.

· ¿Seré fascista por haber nacido en España y no en el exilio dado que mis abuelos, uno comunista y otro anarquista, consiguieron salvar la piel y seguir viviendo, como hicieron la gran mayoría de españoles al finalizar la guerra? ¿O tal vez lo seré por mi educación universalista y humanista?

· ¿Españolista por no compartir las ideas nacionalistas, ni las de quienes reivindican la lengua-territorio-nación negando la herencia de 500 años de historia común (por no decir de 2.000 años, pues en la Europa de los estados feudales el concepto de nación era inexistente, pero sí que desde tiempos del Imperio Romano se hacía mención a Hispania como luego con Carlomagno nació la idea de Europa) ni las de aquellos que no aceptan que nos expresemos en catalán, con todas sus variantes, en aranés, en vasco, en bable o en gallego? Y por otro lado, ¿qué tiene de malo ser españolista. Prefiero el españolismo que emana de los valores de la Constitución del 78 al catalanismo, el europeísmo al españolismo y el humanismo al europeísmo.

· ¿Forastero por no poder presentar credenciales de pureza de sangre?

A mis amigos y conocidos simpatizantes o militantes de UM, PSM, EU, ERC, PSOE, PP,
etc. quiero pedirles que mantengamos el respeto, como solemos hacerlo en privado, cuando discutimos acerca de nuestros divergentes puntos de vista sin que por ello padezca nuestra amistad. Yo no descalifico a los que tienen otras ideas. Acepto, desde el sano debate, propuestas democráticas y respetuosas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tan sólo defiendo mis propias ideas y, llegados al punto en el que se halla nuestro país, siento la necesidad de implicarme un poco más en ellas y con ellas de lo que he hecho hasta ahora.

Mi abuelo mallorquín, escarmentado por lo padecido durante los años que precedieron a
la guerra, por la misma contienda civil y por el franquismo en general (como la gran
mayoría de españoles de la época), solía aconsejarnos que no nos metiéramos en política a menos que fuéramos a vivir de ella. Si me pudiera escuchar le diría que hoy es necesario hacer algo más que reflexionar y votar en un sentido u otro. Sin pensar ni un momento el vivir de la política ¿quién me garantiza que mi voz llegue por fin a valer tanto como la de los tradicionales grupos mayoritarios (PP-PSOE) o la de las minorías locales, representadas sobre todo por los partidos nacionalistas o secesionistas, si no contribuyo uniendo mis esfuerzos a los de aquellos que piensan como yo?

Recordando la pasada campaña de las presidenciales en Francia y el debate televisivo
que mantuvieron Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal, sólo me vienen a la memoria
palabras que expresaban ideas y contenidos, no descalificaciones.

Cogiendo como referencia el ejemplo francés, el que más conozco aparte del nuestro, no puedo dejar de envidiar su esquema electoral. El diputado francés representa a los ciudadanos que le han elegido antes que a un partido, pues les debe rendir cuentas y no sólo en las siguientes elecciones, sino también en lo que allí llaman permanencia parlamentaria, instrumento mediante el cual cualquiera de estos ciudadanos puede dirigirse a su diputado. De este modo, el arraigo a la circunscripción prevalece frente a la disciplina de partido.

No estoy afirmando aquí que debamos copiar exactamente el modelo francés, aunque sí
defiendo que es necesario reformar nuestra ley electoral, porque la experiencia nos
demuestra que las voces verdaderamente mayoritarias no han sido escuchadas en
nuestro país, y porque tenemos que fortalecer la obediencia al ciudadano, por encima de la disciplina de partido entre nuestros diputados y senadores. De todos es sabido que los pactos son necesarios para gobernar España (y saludables), pero en las últimas dos décadas hemos visto cómo ideas minoritarias, y encima insolidarias, estaban sistemáticamente sobrerrepresentadas por su papel de bisagra y cómo, legislatura tras legislatura, tanto PP como PSOE, con tal de gobernar, están dispuestos a renunciar en todo momento a sus propias creencias y a principios básicos de nuestra Constitución.

¿No debería representar el conjunto del Parlamento la soberanía popular, siendo el Congreso la cámara de representación de la ciudadanía, máxime ahora que el Senado va a ser la de representación territorial?

Por todo lo expuesto anteriormente, porque creo en el consenso, porque hago míos los valores de libertad, igualdad y fraternidad, porque estoy convencido de que es necesario un gran pacto de estado para la educación, porque creo que ha llegado el momento de reformar nuestra ley electoral y varios artículos de la Constitución del 78, me he alegrado y sentido esperanzado desde que empezó a tomar forma el que hoy es el partido UPyD. Ahora tenemos un verdadero motivo para ejercer nuestro derecho al voto: existe una opción, no simplemente otro ruido más, sino la opción de la razón y la solidaridad, la de que se escuche, por fin, la voz de las mayorías silenciosas.

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