2/12/10

Cosas que sí ofenden (en particular a la inteligencia) III - Arruix! (¡Largo!)

“Arruix!” ¡Cuántas veces no habremos leído en la web esta interjección, sea a modo de comentario de artículos publicados en ilustres diarios mallorquines o como entrada en blogs de contenido político. “Arruix!” suele emplearse en estos casos como coletilla final a apostillas poco argumentadas, por lo general bastante zafias y vacuas de contenido. A fuerza de toparme con esta palabreja he llegado a preguntarme si los autores de cuantos exabruptos la acompañan son en realidad un solo individuo o varios movidos, y untados, por un mismo interés que, listado del vocabulario al uso de su gloriosa causa en mano, repitieran hasta la saciedad una misma proclama, que no mensaje, con el único objetivo de que la reiteración acabe confiriendo valor de evidencia a lo que no son más que divagaciones. (En una entrega anterior de las “Cosas que sí ofenden” ya comenté que ésta es una técnica de adoctrinamiento desarrollada por el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y puesta en práctica a discreción desde entonces por cuantos se consideran estar en posesión de verdades sagradas).

¡Largo… tú que no piensas como toca pensar! ¡Fuera… tú que defiendes ideas contrarias a las mías! ¡Viento… tú que no tienes derecho a opinar! ¡Vete… tú que no mereces vivir en esta tierra! Porque lamentablemente de esto último se trata, de la también llamada solución del “barco de rejilla” a modo de solución final (y la historia de la humanidad está llena de terroríficas soluciones finales). ¿Exagero? A penas. Seamos políticamente incorrectos. En Cataluña teníamos a los “charnegos”. En Mallorca a los “murcianos”. ¿Os acordáis? Seguro que sí, por mucho que intentéis haceros los despistados. Los que decís "arruix!". Os molestaban, estaban de más en estas tierras. Nosotros éramos verdaderos “pata negra” y enfrente los teníamos a ellos, como en West Side Story con los jets y los sharks; unos blanquitos y limpitos, los otros morenitos y "stinking", apestando. Si un jet hacía migas con un shark, los demás le recriminaban su falta de lealtad. Pero más tarde a los sharks y a sus hijos se les ofreció la posibilidad de convertirse en jets. Eran tiempos de normalización y más les valía abrazar la doctrina emergente porque de lo contrario acabarían como verdaderos parias ante extraños y también propios. Así muchos fueron los que optaron por maquillar sus orígenes catalanizando sus nombres y adoptando, por pasiva en la mayoría de los casos, por activa y exceso en algunos otros, el discurso del pensamiento único.

El proceso de darle la vuelta a la tortilla iba camino de ser todo un éxito. Pasamos del totalitarismo nacional-católico, impuesto a la fuerza, al totalitarismo identitario, impuesto vía decretos y leyes de dudosa constitucionalidad y que poco o nada tenían que ver con los programas electorales presentados ante la ciudadanía y respaldados mayoritariamente. Si hubo un tiempo en el que hablar en catalán era imposible en colegios, universidades o para dirigirse a la administración, con el consabido perjuicio a gentes humildes y a habitantes de las zonas rurales, donde apenas se hablaba castellano, que se enfrentaban a tremendas dificultades a la hora de estudiar y prosperar cultural, social y profesionalmente, con la normalización asistimos al fenómeno inverso.

Nunca olvidaré el día en el que un vecino me invitó a entrar en su casa, sacó un magnetófono, cerró puertas, balcones y ventanas para que nadie pudiera escuchar lo que vendría, me mostró, como si de un trofeo se tratara, una cinta de cassette con la senyera por carátula, dijo emocionado “la cançó prohibida” y la reprodujo. A los dos se nos puso la piel de gallina. Se trataba de “El cant dels segadors”. Tampoco olvido que, años más tarde, nuestro profesor de lengua española pasó a serlo de catalán. El primer día de su nueva responsabilidad educativa lloró, delante de todos sus alumnos y no sabría decir si aplaudimos o no, pero realmente la ocasión valía una gran ovación. Son recuerdos de unos tiempos en los que reclamábamos LIBERTAD, con mayúsculas.

Y ahora me pregunto cómo puede ser que después de haber luchado por ella, de haber conseguido acabar con las imposiciones absurdas de la dictadura franquista, fueran de orden identitario, religioso, moral, político o lingüístico, tengamos que reivindicar de nuevo LIBERTAD, y honestidad y decencia democráticas. Nuestra sociedad parece haber renunciado a ellas, se ha acomodado. ¿Cómo sino, a título de ejemplo reciente entre otros muchos que padecemos, se explicaría que la directora de un instituto de Baleares utilice impunemente su cargo y medios públicos para difundir una iniciativa contraria a las declaraciones de un líder político sobre legislación lingüística? Sorprende aún más que, preguntada acerca de tal utilización ilegítima, quedando por ver si ilegal, de recursos institucionales, esta señora conteste que la motivación “es pedagógica, no política” o que el mismísimo conseller de educación, el señor Bartomeu Llinàs, justifique los hechos calificándolos de “reacción a una acción”. (Sobre este asunto recomiendo la lectura del excelente artículo de nuestro compañero Arturo Muñoz en El Mundo / El Día de Baleares, El docente indecente, y de la nota de prensa enviada a los medios por UPyD).

Son los actos reflejo de los totalitarismos. Los comisarios están por todas partes y siempre al acecho: comisarios políticos, religiosos, lingüísticos, sindicales… También los voceros paniaguados y creadores de opinión profesionales. Todos ellos viviendo al calor de las subvenciones que pagamos los ciudadanos vía impuestos, contribuciones y tributos varios.

Hace años tuve la ocasión de interpretar el personaje de Bérenger de la obra Rhinocéros de Ionesco, el padre del teatro del absurdo. En un mundo en el cual primero aparecen unos pocos rinocerontes que destrozan todo a su paso, poco a poco los seres humanos se van transformando en rinocerontes. Todos excepto uno, Bérenger. Si Ionesco mediante la parábola de la “rinocerontitis” denunciaba los regímenes totalitarios, nazismo, fascismo, estalinismo, en los cuales las masas seguían las consignas oficiales sin oponer resistencia, hoy podríamos decir que padecemos de “hipopotamitis”. Los hipopótamos no parecen tan fieros y destructores como los rinocerontes, pero son igual de voraces y, en realidad, temibles y peligrosos. Tenemos hipopótamos por convicción, los menos, por interés, unos cuantos más, o por inercia, la gran mayoría que ha acabado suscribiendo una doctrina que en origen no era la suya. Los poderes reales, y los fácticos también, atentan contra nuestras libertades, pero pocos son los que denuncian tal proceder de cuantos sacan provecho de una sociedad adormecida.

Para el filósofo francés Bernard-Henri Lévy el libre pensamiento “sigue siendo una de las luchas fundamentales de nuestros días. Sólo la libertad de pensamiento es capaz de romper los ladrillos del pensamiento totalitario. Hay que protegerse contra los estados invasores, contra el suelo de prejuicios por el que andamos, contra los pensamientos prefabricados que impiden el pensamiento libre. Es la forma de despegarse de un pensamiento que nos pega al suelo de nuestras tradiciones. […] Hay que cruzar y multiplicar los pensamientos. Los que dicen que cada cultura tiene sus propios pensamientos y hay que mantenerlos inalterados son cerrados de mente. El islamismo radical, por ejemplo, recurre a esta idea. Pero hay que repetirles que la grandeza de una cultura está en la fidelidad a sí misma y la capacidad de adaptar nuevas culturas en su paisaje. Hay que convertirla en un crisol de culturas asumidas. Para tener un pensamiento libre hay que integrar pensamientos diferentes“.

Así pues, seguid escupiendo “arruix!” que los demócratas continuaremos opinando y argumentando.

Kiko

6/8/10

Bon cop de falç… a l’estat de dret (a l’oasi català)

Els darrers mesos han estat rics en notícies i convulsions polítiques varies. M’hagués agradat comentar-les aquí com en altres ocasions, però és tant el que es podria dir (i tindria que dir) que, en començar a escriure unes poques línies, l’actualitat ja s’encarregava de donar-nos nous motius de reflexió i preocupació.

Ara que gairebé tothom gaudeix de vacances, que les senyories dels diversos parlaments ja han votat tot el que els manava la disciplina de partit (o la consciència en el cas particular dels parlamentaris catalans amb la llei de prohibició de les curses de bous) i que aquesta calor ofegant no em deixa dormir, crec que és un bon moment per deixar caure unes poques idees en aquest blog gràcies a la distància que el temps permet.

No fa ni quatre setmanes que tota Espanya sortia als carrers per celebrar la victòria de la nostra selecció de futbol. Demà farà quatre setmanes que milers de catalans es manifestaren contra la sentència del Tribunal Constitucional (i avui altres tantes setmanes que menys de 300 mallorquins, convocats per la Obra Cultural Balear i amb el recolzament de tots els partits polítics del mal anomenat II Pacte de Progrés feien el mateix en nom de l’autogovern).

Què hem de fer? Cantar “Yo soy español, español...” o tirar-nos dels pels perquè uns dolentíssims senyors que campen sense legitimitat (diuen) al Tribunal Constitucional (de Madrid) no volen que Catalunya sigui reconeguda legalment con a nació? Ni una cosa ni l’altre. A qui li ha interessat dividir als catalans, als balears i als espanyols en general? A qui li molesta l’ordre constitucional que ens donarem per amplíssima majoria i altíssims nivells de participació els espanyols? Qui i per què no es troba còmode en un estat social de dret on tots els ciutadans som suposadament iguals en drets i deures?

Jo, hores d’ara, no em trobo còmode amb aquesta constitució o, millor dit, crec en els principis de la nostra constitució, però no en les desigualtats i el intervencionisme que ha permès la manca de definició dels articles relatius a l’organització territorial i la deslleialtat de les minories nacionalistes. Les meves motivacions estan molt allunyades de les dels que tradicionalment es queixen per principi i raó de ser de la esmentada carta magna. Crec que ha arribat l’hora de reformar la Constitució Espanyola de 1978 per, tenint en compte el reptes socials, econòmics i geoestratègics del segle XXI i els ensenyaments que podem i hem de extreure dels encerts i errors dels nostres trenta anys de democràcia, enfortir i regenerar el nostre sistema democràtic i garantir el control de la política per part dels ciutadans (i no de les màquines de poder en les quals s’han convertit els vells partits polítics) a l’igual que la separació efectiva i real dels poders legistaliu, executiu i judicial, però sempre respectant l’ordenament jurídic que ens hem donat amb, en primer lloc, aquesta mateixa CE que és menester reformar. Ens agradi o no. Perquè el contrari equivaldria a enterrar tots els principis democràtics establerts i reconeguts com a tals des de la il•lustració fins als nostres dies.

Diuen també, per donar suport a les seves tesis victimistes, que l’Estatut de 2006 va ésser votat per tres càmeres legislatives (Parlament de Catalunya, Congrés dels Diputats i Senat) i ratificat pels ciutadans de Catalunya en referèndum. Qualcú pot imaginar que aquestes mateixes tres càmeres, i els ciutadans després, haguessin aprovat la pena de mort? (Afortunadament una llei com aquesta no tindria cabuda en la nostra Constitució). S’imaginen aleshores al President de la Generalitat de Catalunya, al senyor Duran i Lleida o als portaveus de la premsa del Pensament Únic Català dient que el Tribunal Constitucional no té legitimitat per emetre sentència al respecte o, pitjor encara, al President del Govern d’Espanya anunciar durant el debat de l’estat de la Nació que restablirà tot allò que el TC ha fet enrere mitjançant lleis orgàniques?

No m’agrada fer política ficció, però l’argumentari d’uns i altres, siguin nacionalistes reconeguts, velats o, simplement, pobres d’esperit inconscients, mereix que se’ls ofereixi exemples de on condueix el seu credo.

Continuarà.

25/3/10

Cosas que sí ofenden (en particular a la inteligencia) II

Hasta la fecha he procurado que cuanto escribo en este blog sea fruto del razonamiento ante cuestiones de la actualidad de nuestro país que considero merecedoras de especial atención. Siempre que me ha sido posible he aportado documentación para, partiendo de la misma, abrir una línea de argumentación sólida que permitiera al lector adentrarse en algunos aspectos del ideario de Unión Progreso y Democracia. Recalco lo de “algunos aspectos”, pues entiendo que mi modesta aportación es sólo una gota más dentro del mar de excelentes bloggers de la órbita de este partido.

De mi paso por el bachillerato recuerdo, y sigo aplicando, lo que profesores de literatura, historia, economía y filosofía nos recomendaban ejercitar a la hora de analizar un tema, un texto o una cuestión: tesis, antítesis y síntesis. También afirmaban que no era la manera más creativa de abordar los problemas, pero, en caso de duda, sí la más efectiva, pues dicha estructura nos evitaría perdernos en el laberinto de los razonamientos fantasiosos.

En esta segunda entrega de las Cosas que sí ofenden (en particular a la inteligencia), mi intención primera era la de seguir en la línea que acabo de comentar y que creo haberme marcado desde la creación de este blog – salvo la excepción del texto que escribí con motivo de la campaña de las elecciones generales de 2008 y que rescaté un año más tarde -. Si en las líneas que siguen me distancio de dicha disciplina, pido disculpas anticipadas, aunque sí reivindico como legítima la licencia de convertir esta mini serie en las Cosas que sí ofenden (en particular a la inteligencia y más si cabe al corazón).

El martes pasado apareció la sede de UPyD en Palma con pintadas en el espejo del portal y en el rótulo exterior del edificio. Los cachorros de la intransigencia habían cometido el valiente acto de atacar cuanto representan para mucha gente – como mínimo 300.000 y subiendo - las ideas de nuestro partido, cuya principal, recordemos, es la de la necesaria regeneración democrática para nuestro país. Quienes entienden que la libre expresión de ideas contrarias a sus postulados extremistas es una amenaza para sus oscuros objetivos, se permiten la licencia de tacharnos de nazis. No ha sido esta la primera vez, ni será desgraciadamente la última que intenten acallar los argumentos con adjetivaciones o, peor aún, con amenazas. El mensaje que nos envían es alto y claro: hemos aprendido de memoria la lección – seguramente la única que sean capaces de retener sus poco y mal amuebladas cabezas -. ¿De qué lección se trata? De la misma que nos recordó Pablo Molina en Libertad Digital en su artículo Orígenes del pensamiento progre - El secuestro de la sociedad civil: Herbert Marcuse: “el Comité Central del PCUS […] ya en 1943 instruía a sus cuadros con la siguiente consigna: «Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente».

Llegados a este punto siento la necesidad de exclamar un basta ya. Basta ya de consentir que se nos insulte, acalle, menosprecie y amedrente sin responder con las únicas armas que tenemos y queremos tener: la inteligencia de la palabra y el amparo de la ley. No debemos permitir que tales adjetivaciones y agresiones se conviertan en pan cotidiano hasta ser aceptadas por propios y extraños como normales, o incluso naturales, porque entonces el mensaje de los violentos acabará calando en el conjunto de la sociedad. ¿Cuántas veces más aceptaremos que nos tachen de fascistas los enemigos de la democracia y de la libertad sin reaccionar? ¿Quién de nosotros no ha tenido que escuchar en más de una ocasión y dicho por personas cercanas y a veces queridas “te has metido en un partido de fachas”?

La primera vez que tuve que aguantar este tipo de invectiva, el emisor del mensaje era mi mejor amigo. Supe, desde la tranquilidad, reaccionar y argumentarle mi punto de vista y mis ideas. Acto seguido se disculpó y reconoció que simplemente se había expresado motivado por lo que se suele escuchar a propósito de UPyD y que en realidad poco o nada conocía de nuestro ideario de primera mano.

La segunda vez fue en Santiago de Compostela, con motivo de las elecciones autonómicas de 2009. Una compañera y yo acabábamos de aterrizar, de dejar nuestras maletas en un pequeño hotel – dicho sea de paso, para conocimiento de profesionales de la desinformación como el señor Miquel Payeras que afirman que recibimos dinero de diestro y siniestro, todo costeado por nosotros mismos -, de recibir de manos de un compañero gallego varios paquetes de “La alternativa”, que ya nos encontrábamos en pleno centro distribuyendo, a cuantos paseantes amablemente lo aceptaban, nuestro diario de campaña. Quienes me conocen saben que suelo ser educado y guardar las formas de lo que antiguamente se llamaba urbanidad. Si bien esta tarea no era para mí la acción más grata que debía desarrollar como militante, procuré desplegar toda la simpatía y empatía que llevo dentro (y es mucha). Entonces, pasadas casi dos horas de labor propagandística, un hombre me espetó con un “no quiero nada de fascistas”. En esta ocasión me quedé casi sin palabras, dolido más por mi falta de ingenio a la hora de contestarle que por la vulgar estocada que el hombre en cuestión quiso asestarme.

Lo lamentable de este estado de cosas es que no estamos hablando sólo de extremistas obcecados por treinta años de retórica nacionalista. La otra retórica, la de los biempensantes progres, también alimenta y alienta el odio hacia cuanto se sale del guión que ellos mismos escriben con la misma mano de la que se sirven para hacer el gesto de la ceja con su dedo índice curvado (la otra, escondida tras la espalda, se la reservan para recibir subvenciones). No hace mucho leí, gracias al estupendo trabajo que realiza nuestra compañera Estrella de combate, las elucubraciones de otro blogger. El muchacho en cuestión, supongo que animado por el ejemplo de los del clan de la ceja y tras mostrarse ofendido por la osadía de Rosa Díez al pretender impartir una conferencia en la UAB y defender a los violentos que intentaron impedírselo, afirmaba sin complejos ni ambages lo siguiente: "Llevo desde los 14 años vinculado al Partido Socialista, credencial creo más que suficiente para considerarme demócrata de los pies a la cabeza." Uno más que se retrata - cosa que lamentablemente los progres suelen hacer a menudo al considerarse ellos mismos y solitos por encima del bien y del mal - como si la pertenencia a un partido, el ser de izquierdas o de derechas o el defender unos colores u otros fueran patentes de espíritu y modales demócratas. El simple hecho de creerse con autoridad moral o representatividad alguna para conceder certificados de demócrata o de enemigo público número uno sitúa al sujeto del otro lado de la legitimidad democrática. La democracia no es una esencia. La democracia es división de poderes, representatividad, igualdad de derechos y deberes, imperio de la ley, respeto hacia las ideas que no compartimos, participación ciudadana… La democracia se practica día a día y, desde luego, no instalándose uno en lo alto de una colina, desde allí contemplar el rebaño y señalar cuáles son las ovejas descarriadas y cuáles las dignas de aprobación divina. ¡Qué lejos están los cachorros del PSOE de practicar el laicismo! Podría ser que tanto los de las pintadas, como los agresores de la UAB o los inofensivos del clan de la ceja quisieran vernos llevar algún distintivo inconfundible en el pecho. ¿Para cuándo?

Invito a cuantos pudieran albergar alguna duda acerca de nuestro discurso o de nuestro ideario que visiten la web del partido, upyd.es, o que vean y escuchen la conferencia La alternativa necesaria que Rosa Díez impartió hace dos semanas en Palma, la misma que unos cuantos violentos quisieron impedir que llegase a ser escuchada por cuantos se habían acercado con este propósito a la Universidad Autónoma de Barcelona una semana antes. Si una vez realizada esta aproximación alguien ve en UPyD indicios de discurso pseudo o filo-fascista, me comprometo a leer y contestar cuantas argumentaciones sensatas, objetivas y firmadas tengan a bien añadir como comentario a esta entrada.

Paciente lector que has llegado hasta este punto de mi exposición, confirmo y prometo volver a ser reflexivo y racional en la próxima entrega de las Cosas que sí ofenden… Gracias por tu atención.

Kiko

8/3/10

Cosas que sí ofenden (en particular a la inteligencia) I

En el país de los miembros y las miembras saltan a la primera plana de la actualidad noticias sacadas de contexto o distorsionadas, mientras otras quedan silenciadas o resumidas de tal manera que acaban sobrevolando las mismas dejando de lado aspectos más trascendentales. Un buen ejemplo de ello es cuanto hemos podido ver en telediarios y leer en prensa este pasado fin de semana acerca de la conferencia de Rosa Díez, el viernes, en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona. Las imágenes de los telediarios mostraron a jóvenes en actitud de protesta y los titulares de los diferentes medios hicieron sobre todo mención al boicot que finalmente no fue tal, pues Rosa pudo dar su conferencia en otra sala. En definitiva, uno puede llegar a pensar que un grupo de chavales, algo alborotados, mostraron su contrariedad por la presencia de Rosa en “su” universidad e hicieron cuanto pudieron para complicarle su paso por la misma.

Gracias a Internet, a You Tube en particular, y sobre todo gracias a la pericia y sangre fría de un cámara que consiguió grabar cuanto sucedió en dicha universidad, quienes no nos conformamos con la versión contada, con más o menos fortuna, por los diferentes medios de este país, hemos podido ver que no se trató de un simple boicot - hecho ya de por sí grave en una democracia, máxime cuando se trata de una diputada nacional que va a hablar en un espacio de transmisión del conocimiento y de debate abierto, como se supone que es una universidad – sino de un acto violento de censura ejercido por un grupo de personas no representativas de voluntad popular o estudiantil alguna, pero eso sí, organizados y equipados con cuanto material acostumbran a exhibir los independentistas, sumándole lo último en diversión malsana de la que hacen gala los adolescentes con mentes más retorcidas: teléfonos móviles para grabar y difundir sus hazañas. Así pues tenemos energúmenos violentos – quitémosles el apelativo de radicales, que poco tienen que ver con el movimiento radical – sin representatividad alguna, pero representativos del cáncer que suponen para Cataluña treinta años de nacionalismo forzoso, actores y a la vez divulgadores del atropello que cometen contra conferenciantes, llámense Rosa Díez, Juan José Ibarretxe, José María Aznar o quien sea, contra la institución universitaria en general y contra quienes, en pleno ejercicio de su libertad, deciden escuchar una conferencia y participar con sus preguntas en ella.

Animo a cuantos estén interesados en saber más acerca de lo ocurrido el viernes en Bellaterra, lean la crónica de Carlos Martínez Gorriarán.

En uno de los vídeos resulta curioso escuchar a una joven afirmar que Rosa ha insultado a Cataluña y que por este motivo tienen órdenes de no dejarla hablar. Volvemos al debate reduccionista y truncado de victimismo de siempre: o se está con el pensamiento único o se insultan y agreden territorios. ¿No es esto último lo que más ríos de tinta provocó la semana pasada? “Rosa Díez insulta a los gallegos”. Como bien recogió Carlos Martínez Gorriarán en un artículo, la búsqueda en Google de “Rosa Díez+Galicia+Zapatero” daba 132.000 resultados y la de “Roberto Blanco Valdés”+bomba” 6.930. Afortunadas o no, las palabras de Rosa Díez recorren todo el arco del mundo mediático y político, llegando incluso todo un Presidente de la Xunta a hacer declaraciones al respecto y toda una Diputación de Pontevedra a condenar a Rosa. Curiosamente, esta misma diputación no condenó el bombazo contra la casa de Roberto Blanco Valdés. Ésta sí fue una agresión real contra todo el pueblo gallego. Suponemos que tampoco condenarán los actos bárbaros del viernes en la UAB porque, claro, ya lo adelantó el diario Público en su edición digital: “La Autónoma de Barcelona le canta las cuarenta a Rosa Díez”.

Es la España político-mediática de la doble vara de medir, de la equidistancia… El respetar las reglas de la democracia no da réditos; el amedrentamiento, la violencia, la ley del todo vale mientras me beneficie, sí. Carguemos sus bidones de gasolina, en el sentido figurado, pero también en el práctico, con subvenciones y ayudas múltiples, que ya se encargarán ellos de prender la mecha. ¿No les recuerda ningún triste episodio de la historia reciente de Europa?

Para terminar con esta primera parte de las Cosas que sí ofenden,
me quedo con una frase de un tal Alatriste, la cual recojo de un blog:

“Antes de impedir las corridas de toros en las plazas, deberían impedir los cabestros en las universidades”.

Kiko

17/2/10

Individuo, colectividad y debate identitario

Contrariamente a lo que se nos quiere imponer como criterio de progresismo y modernidad, no creo que las personas organicen sus comunidades pensando en la territorialidad o en la identidad nacida de motivos históricos – sobre todo si éstos son buscados de manera discriminatoria -, sino más bien por necesidad de encontrar soluciones colectivas a los problemas a los que se enfrentan, incluido el del territorio entendido como espacio en el que desarrollarse. Las señas de la colectividad no se sustentan en principios míticos inamovibles; me inclino más por los racionales y afectivos, y tanto los unos como los otros van evolucionando como evolucionan las personas y la complejidad de las sociedades en las que se desenvuelven. Los partidarios del debate identitario, al contrario, buscan sustento a su argumentación en lo inamovible, en unas supuestas raíces que nos mantendrían anclados a la tierra de origen, también en nuestra manera de organizarnos colectivamente. No debemos olvidar sin embargo que cuanto más primitiva sea una sociedad, más encorsetados se hallarán sus miembros en el autoritarismo de sus normas. Comparten un destino común y cada uno de sus integrantes está llamado a cumplir con las funciones que le corresponden y de un modo predefinido. Si uno no reúne las aptitudes para ejercer satisfactoriamente su cometido o se distancia de sus obligaciones, será expulsado de la tribu. A menudo violentamente, como ocurría en la antigua Esparta. El siglo XX nos dejó también demasiados y trágicos ejemplos de ello, siempre en sociedades en las cuales predominaba la doctrina, en nombre de un pretendido bien colectivo, y se amparaban en argumentos tan poco racionales como el de pertenencia a una raza, a una religión o a una clase social para imponer un destino común y místico.

La sociedad europea del siglo XXI poco tiene que ver con la de la Edad Media, en la cual la mayoría de defensores de la identidad tienen puestos sus ojos y consideran su particular Ítaca, y por ello resultaría una regresión organizarla, en tanto que colectividad netamente diferenciada de la anterior, con parámetros de la época. En una sociedad laica, es decir desprovista de leyes concebidas al calor de dogmas religiosos, espirituales o, sencillamente, de matizaciones tipo “nosotros somos así”, cuyo fin es la justificación de excepciones que atentan contra las pautas democráticas, es preciso desarrollar y alentar la participación de todas las piezas que la componen en pro de integrar en lugar de segregar, sin perder de vista el sano ejercicio que consiste en revisar y actualizar permanentemente esas mismas reglas, normas o leyes con las que se vaya dotando.

Los afectos hacia los demás miembros de una familia son irracionales, pero si en el seno de la misma uno sufre maltratos o sencillamente ve sus derechos individuales conculcados porque forme parte del modo de ser de la familia, lo más lógico será que no acepte el modo colectivo de organizarse.

Quien haya residido largas temporadas en diferentes países habrá podido comprobar cómo su incorporación a colectividades de lo más variadas se verá facilitada cuanto más racional resulte el modo de organizarse de las mismas. Dudo mucho sin embargo que un español, en principio apto para integrarse en una sociedad como la mejicana, por motivos históricos, de lengua y de religión, verdaderas señas identitarias o de colectividad, logre adaptarse al modo de vida de Ciudad Juárez (a menos que se trate de un delincuente). A este mismo ciudadano, poco o nada preparado para desenvolverse en Tokyo (y no me refiero en calidad de turista), le resultará menos complicado adherirse al modo de organización social de esta ciudad, aun no compartiendo seña identitaria alguna con los japoneses.

(He escogido ejemplos extremos para ilustrar mejor mi argumentación teórica).

Un saludo.

10/2/10

Crisis, what crisis?

El texto que sigue es lo que quería publicar como comentario a una entrada en el blog PAISSE, pero que por su extensión no ha sido posible.

UPyD es el primer partido político de España que se ha dado como norma el que todos los afiliados puedan elegir y presentarse a cualquier órgano directivo o deliberativo-representativo, comisión o grupo de trabajo, y ello sin necesitar aval previo alguno, ni como elector ni como afiliado elegible. Así pues, con ocasión de las distintas asambleas territoriales, todos los afiliados tuvieron la oportunidad de postular a ser delegados del I Congreso Nacional de UPyD, tener conocimiento de las diferentes candidaturas, leer y escuchar cuanto tenían que exponer todos los candidatos y elegir a quienes consideraron oportuno hacerlo.

El mismo procedimiento fue el empleado para la elección del Consejo de Dirección, máximo órgano ejecutivo de UPyD, y el que se está poniendo en práctica en el actual proceso de elección de los Consejos Territoriales.

Para los demás órganos nacionales del partido, fuimos los delegados al I Congreso quienes elegimos a los miembros del Consejo Político (máximo órgano “legislativo-normativo” del partido) y a los de las diferentes comisiones (electoral, de garantías, etc.).

Cabe recordar que las normas que rigieron todos los procesos anteriores a las resoluciones del mencionado congreso fueron aprobadas por amplia mayoría por el Consejo Político anterior (un 80%) y que los actuales estatutos también recogieron un abrumador apoyo por parte de los delegados.

La tan mencionada crisis partió de los descontentos con el reglamento interno que, como he dicho anteriormente, fue aprobado por el anterior Consejo Político. Una minoría entendió que un partido político, que desde su Manifiesto Fundacional aboga por listas abiertas en los procesos electorales del conjunto del Estado, no podía “cerrar” las listas de sus órganos internos como son el Consejo de Dirección, Consejos Territoriales, Consejos Locales y comisiones, aunque las dejara abiertas para los diferentes consejos políticos (nacional y territoriales). En realidad el problema para los críticos era que veían peligrar sus “carreras políticas”, conscientes de que el Consejo de Dirección les quedaba así muy lejos por no poder presentar lista alternativa alguna de suficiente calado programático.

¿Y por qué la gran mayoría defendemos este sistema de listas cerradas para los órganos ejecutivos, pero abiertos para los “legislativos”? ¿No resulta ser contradictorio con nuestro ideario? Pues no, nada más lejos de ser así. Queremos listas abiertas para poder elegir a nuestros representantes en los órganos legislativos-normativos: diputados nacionales y autonómicos, concejales, etc., pero somos conscientes de que cualquier gobierno debe ser formado por personas escogidas por quien sustente la responsabilidad de presidirlo. ¿Podemos imaginar un Presidente de Gobierno con ministros impuestos por el intercambio de cromos de las diferentes formaciones políticas o elegidos directamente por los ciudadanos? El resultado sería desastroso, tanto en el primer caso, del cual en Baleares tenemos un muy buen ejemplo, como en el segundo, que me atrevería a ilustrar con un símil futbolístico: ¿y si fuesen los socios de un club de fútbol quienes escogiesen a los jugadores, las posiciones de cada uno de ellos y el estilo de juego? No conozco a ningún entrenador con dos dedos de frente que aceptase el puesto en tal supuesto club.

Como alguien ha comentado en el blog PAISSE, la prensa que poco o nada se hizo eco de las propuestas de UPyD hasta la fecha, pero consciente del papel cada vez más determinante de esta formación, decidió de repente darle voz a esos pocos descontentos con la esperanza de enterrar cualquier atisbo de cambio en el panorama político español. Curioso, ¿no? Como no nací ayer, sé que en democracia lo último que se puede perder es el espíritu crítico y que lo mejor es siempre ir a las fuentes, cuestión de que no nos den gato por liebre. (Y lo mismo hago en el seno de mi partido). Sirva de ejemplo lo poco o nada que uno se puede fiar hoy en día de buena parte de los medios informativos, las numerosas noticias aparecidas en diarios mallorquines después de las elecciones europeas afirmando que Carlos Delgado, Munar (María Teresa, no María Antonia) u otros políticos de diferentes formaciones de las islas estaban negociando su incorporación a las filas de UPyD. Como miembro de la actual Coordinadora Territorial, saliente, puedo afirmar, sin miedo a quemarme en la hoguera, que nada hay de veraz en tales proclamas.

Y volviendo al famoso sector crítico de UPyD y a cuanto la prensa ha querido explotar esa no-noticia: no olvidaré nunca la doble página que le dedicó el ABC a nuestro I Congreso el 21 de noviembre del año pasado. A un lado Valia Merino, cabeza de lista de la candidatura de los críticos. Foto tomada con teleobjetivo a la misma altura del sujeto, éste mirando a la cámara, suavizando contornos faciales. Agradable a la vista, como un lechoncito que ignora lo que le espera cuando entre en la cocina. Al otro, Rosa Díez, foto tomada desde abajo con gran angular, mirada hacia arriba. Resultado: facciones duras, desproporcionadas, la propia de quien va a zamparse al pobre lechoncito. (Y sé de lo que hablo, que la imagen y cómo utilizarla para bien o para mal es mi profesión). Los textos que acompañaban ambas imágenes iban en el mismo sentido (escribo que los textos acompañaban a las imágenes adrede, pues así era. Las fotos de una y otro eran suficientes para predisponerse en el sentido deseado por el editor): entrevista de lo más benévola a Valia, reportaje subjetivo a la hora de referirse al discurso de Rosa Díez.

También recuerdo cuán organizados estaban los delegados del sector crítico: igualito que en la facultad de París cuando los sindicalistas de extrema izquierda consiguieron movilizar a los estudiantes de toda Francia en 1987, sin que estuviéramos seguros del todo si la ley que combatíamos representaba un peligro o un avance real para la mejora de la calidad de la enseñanza universitaria. Una minoría puede conseguir sus objetivos si se organiza, pues las mayorías no suelen hacerlo. Estoy hablando de planos traídos de casa, es decir de todas las provincias de España, de cómo distribuirse por el Palacio de Congresos para parecer más numerosos, miles de fotocopias para llamar la atención sobre su descontento, personas distribuyéndolas, reacciones a discursos orquestadas, pegatinas en pecho, insultos, intento de copar una comisión para poder influir en el resultado de la resolución acerca de los estatutos… Esto último es lo único que realmente parecía interesarles: modificar el espíritu de los estatutos internos del partido. Las demás comisiones, en las cuales tuvieron lugar interesantísimos debates acerca de temas importantes de nuestro ideario, parecían no importarles lo más mínimo. Propuestas, ideas, argumentaciones: ninguna. Descalificaciones hacia el Consejo de Dirección saliente y cuantos no comulgábamos con su estrategia destructiva: todas.

Y así seguimos. Que las diferentes encuestas dan a Rosa Díez como la líder mejor valorada o que nuestras perspectivas de voto mejoran semana tras semana: rescatemos el tema de la crisis interna, seamos los portavoces de los pocos descontentos que, en busca de un trampolín que catapulte sus ambiciones personales y personalistas, han dejado claro que se habían equivocado de partido, pero nunca de la gran mayoría, de los que seguimos trabajando con ilusión por consolidar y dar a conocer este proyecto, sacrificando nuestro tiempo de descanso y de ocio sin contrapartida económica alguna. Dejemos de mencionar que la afiliación aumenta sin cesar, pero pongamos el acento en los que se dan de baja. Como nadie nos pedirá datos objetivos, diremos que son muchos, aunque se puedan contar con los dedos de las manos.

Añado, para quienes llegáis a esta entrada a través del blog PAISSE, el texto final original de mi comentario:

Amigo Daniel, espero que sabrás perdonar mi intrusión en tu blog (aunque finalmente no haya sido así) con tamaño texto, más propio de ser insertado en el mío que no en uno ajeno.

Un abrazo y enhorabuena por el trabajo que realizas. Saludos a tus seguidores, incluida Ruby, cuyo blog he visitado alguna que otra vez gracias a sus repetidas apariciones en el tuyo. No os enfadéis mucho con ella: la democracia es pluralidad.

Kiko

3/2/10

Lo que realmente preocupa a los ciudadanos de Cataluña: las veguerías

Muchos son, por no decir la gran mayoría, quienes hasta ayer a la hora del telediario nunca habían oído hablar de veguerías. Supongo por lo tanto que los más curiosos entre ellos habrán consultado el Diccionario de la Real Academia Española para encontrar la siguiente definición:

veguería.

1. f. Territorio o distrito a que se extendía la jurisdicción del veguer.

Bien. ¿Y veguer entonces?

veguer.

(Del lat. vicarĭus, lugarteniente).

1. m. Magistrado que en Aragón, Cataluña y Mallorca ejercía, con poca diferencia, la misma jurisdicción que el corregidor en Castilla.

2. m. En Andorra, cada uno de los dos delegados de las soberanías protectoras.


Aclarado el punto de la definición, en aras de profundizar en el análisis de esta nueva iniciativa legislativa de la Generalidad de Cataluña, al observador de la vida política de nuestro país no le quedará otra más que recurrir a enciclopedias y libros de historia para intentar comprender las motivaciones de tal propuesta de ley.

El concepto administrativo de veguería surge durante la Alta Edad Media como alternativa a los Condados y las Mandaciones dentro de los territorios de la Corona de Aragón. Desde el siglo XII y hasta el siglo XVIII los veguers eran funcionarios que asumían las responsabilidades judiciales y de representación de la Corona (Reino de Aragón, Condado de Barcelona, Principado de Gerona, etc.). También en el siglo XII, El Reino de Castilla y Navarra creó una demarcación administrativa equivalente a la veguería: la merindad o el corregimiento

Luego de la Guerra de Sucesión, Felipe V, Decreto de Nueva Planta (1716) mediante, sustituyó las veguerías por doce corregimientos. Casi un siglo más tarde, durante la ocupación francesa (1808 – 1814), Cataluña fue dividida en cuatro departamentos y, ya en 1833, tuvo lugar la división de España en provincias.

Con la II República, en 1936 la Generalidad dividió Cataluña en treinta y ocho comarcas y nueve regiones. Un año más tarde, debido a las presiones de Antoni Rovira i Virgili, Lluís Companys, Presidente de la Generalidad, cambió el nombre de regiones por el de veguerías, tal y como figuraba en el proyecto inicial que databa de 1933. Con el final de la Guerra Civil, el franquismo eliminó toda división territorial ajena a la provincia.

La actual propuesta de la Generalidad contempla la división del territorio que administra en siete veguerías (Barcelona, Gerona, Cataluña Central, Alto Pirineo y Arán, Lérida, Campo de Tarragona y Tierras del Ebro) que a su vez se dividen en cuarenta y una comarcas. De seguir adelante, nuestros vecinos de Cataluña dispondrán, vaya suerte, de ocho administraciones distintas a las que dirigirse a la hora de rendir cuentas o de buscar una solución a sus problemas:

• Distritos Municipales en las grandes urbes
• Ayuntamientos
• Consejos Comarcales
• Veguers
• Diputaciones Provinciales
• Gobierno Autonómico
• Delegaciones Provinciales de Gobierno
• Gobierno Central

¿Solucionará esta nueva administración y división territorial los problemas de los ciudadanos? ¿Responde tal vez esta iniciativa a una demanda popular generalizada que reclamaría un retorno a las formas de organización propias de la Edad Media, aplicando en el siglo XXI criterios del siglo XII? (Esperemos que no pretendan restaurar las veguerías con todo aquello que representaban y suponían para los catalanes, aragoneses y mallorquines de la época).

Entendemos que cuanto más cercana al ciudadano es una administración, mayores beneficios en términos de operatividad aporta, pero en este sentido creemos que mejoraría la atención al ciudadano dotando a los ayuntamientos de las herramientas necesarias a este fin - competencias más presupuesto – en lugar de incrementar el laberinto institucional, con sus respectivos costes, hasta cotas que rozan el ridículo.

No es de extrañar que, aun figurando en el artículo 83 del Estatuto de Autonomía de 2006, la inquietud por dividir territorialmente la Comunidad Autónoma de Cataluña en veguerías provenga de ERC. Ya anunció hace unos años el señor Josep Lluís Carod Rovira su intención de lograr la desconexión de Cataluña respecto del Estado Español en 2014. Es lógico por tanto desconfiar de las buenas intenciones con las que revisten la iniciativa, a saber el acercamiento de la administración a los ciudadanos que hemos comentado anteriormente, y pensar que en realidad se trata de ir desmantelando cualquier institución vertebradora de la unidad de España o, dicho menos elegantemente, todo lo que recuerde a España. El fin, la independencia, justifica que se vayan borrando del vocabulario todos aquellos términos que hacen referencia a dicha unidad.

Mucho nos tememos que esta nueva división ni responde a una demanda popular ni tampoco simplificará las gestiones de los ciudadanos, más bien lo contrario.

De todos es sabido que en facebook proliferan miles y miles de causas, clubes de fans y demás que en pocos días, sino horas, consiguen otros tantos miles y miles de seguidores. Existe en esta red social una causa bautizada “A Catalunya volem vegueries i no províncies” con… 473 miembros. Todo un récord para una iniciativa tan popular. Como preámbulo afirman lo siguiente:

"Catalunya ha de tenir una divisió territorial basada en la vegueria i no en la província, d'arrel espanyola i imposada des de Madrid. Les vegueries constitueixen una administració catalana que va ser abolida amb el desgraciat i de mal recordar Decret de Nova Planta. La seva reinstauració permetrà una nova manera de viure al país, amb una administració més propera a la terra i totalment diferenciada de l'espanyolíssima província, que tan mals ens ha fet."

Sobran los comentarios. (A una de mis primeras entradas en este blog tendré que añadir un nuevo mal: la provincia. Por fin entiendo la profundidad de los problemas que asolan a mi tierra de nacimiento).

Nuestros gobernantes y oposición son los responsables de tanta inmadurez. A cual más, a cual todavía más si puede, llevan treinta años deshojando la margarita de las mitologías ibéricas forzando a los ciudadanos a abrazar identidades rescatadas del momento de la historia que mejor les conviene, en lugar de trabajar por crear una democracia de calidad y cercana al pueblo. Lo importante para el político comprometido con el desarrollo personal, familiar y profesional de sus administrados ¿no debería ser trabajar por conseguir un sistema de educación que no nos relegue en esta materia a un puesto compartido con Trinidad y Tobago, sino que nos llevase a la cabeza de los países de la OCDE, velar por disponer de una sanidad pública eficaz, incidir en algo tan primordial como la seguridad jurídica y la división efectiva de poderes y contribuir a la creación de un mercado laboral avanzado?

Donde no lo había, tenemos un nuevo problema. ¿Cómo desarrollar la “veguerización”? El Penedés reclama una veguería propia, el Valle de Arán y la Cerdaña quieren pertenecer a otra, Igualada, Manresa y Vic se diputan la capitalidad de la suya, al igual que Puigcerdá, La Seu y Sort y Reus quiere conseguir la co-capitalidad junto con Tarragona.

¿Dónde pondrán los adeptos del discurso identitario el límite de la territorialidad? ¿Y el de la soberanía? ¿Habrá quien proponga volver a la organización propia de los reinos de taifas? ¿Le rendiremos cuentas a un señor feudal que a su vez le deberá obediencia a un vasallo de otro vasallo, etc?

Quede claro que no apoyo aquí la idoneidad de mantener las diputaciones o los consejos insulares en una España a la cual le sobran administraciones públicas. Más bien me inclino, como defendemos en UPyD, por simplificar la organización del Estado. Pero este es un tema para otra entrada.