24/11/09

Sobre la cobertura periodística del Ier Congreso de UPyD

A cuantas voces se alzan para poner en duda el proceso electoral del Ier Congreso de UPyD, les recordaré que es muy fácil desacreditar sin dar argumentos. Me gustaría que quienes sugieren que hubo fraude diesen el paso adelante, lo afirmaran sin amagos y llevaran su razonamiento, si es que lo tienen, hasta las últimas consecuencias. Claro que con el precedente de la demanda judicial ya pudimos percatarnos de cuánto hay de cierto en todas estas cábalas.

Ayer, en varias tertulias radiofónicas, pudimos comprobar una vez más cuál es la realidad política de nuestro país y, añadiría, también la periodística: especulaciones, tergiversaciones y, en general, falta de rigor analítico es cuanto unos y otros consiguen o deciden comunicar al conjunto de la opinión pública. Digo “consiguen” por la demostrada inoperancia de muchos y “deciden” por la mala fe de tantos otros que se limitan a repetir lo que les dicta la voz de su amo.

Me alegró sin embargo comprobar cómo Arcadi Espada - tenía que ser él y no otro – reprochaba a sus compañeros de tertulia en Onda Cero su exceso de celo a la hora de buscarle connotaciones negativas y ocultas a todo cuanto tuvo lugar y se aprobó durante el Ier Congreso de UPyD. En efecto, si bien son varias las voces de personajes públicos que llevan años reclamando una revisión del modelo de Estado, de la ley electoral o de la separación de poderes (para que ésta sea real y efectiva), en el momento en que un pequeño partido político nace justamente como consecuencia de que un nutrido grupo de ciudadanos, proveniente de los movimientos cívicos, recoge estas demandas - y logra que miles de otros ciudadanos, que nunca se habían comprometido antes con opción política alguna, se unan a este proyecto con ilusión, sacrificando su tiempo de ocio, de descanso o el que dedican a sus familias o incluso trabajo, con el único fin de llevar a bien y transmitir el mensaje de regeneración democrática – esas mismas voces tachan ahora a UPyD de idealista y hasta de demagogo y populista.

Cuando un partido político, sin estar obligado a ello por la ley electoral, decide darle voz, voto y elegibilidad para cualquiera de sus órganos de dirección y decisión al conjunto de sus afiliados, sin necesidad de avales o de compromisarios de por medio, los “profesionales” de la información no encuentran mejor manera de analizar el proceso congresual que prestándole más atención a quienes se dedican a hacer ruido y no a la inmensa mayoría que antepone el trabajo en equipo y el debate de ideas como única y mejor herramienta con la cual construir esta alternativa necesaria para el panorama político y social de España.

Tampoco han faltado críticas por el mero hecho de que los debates del Informe de Gestión y de las ponencias, más sus respectivas enmiendas, fueran a puerta cerrada. ¿En qué afecta esto a la democracia interna del partido? ¿Nos deberían invitar pues los comités de redacción de los diferentes medios de información a asistir a sus reuniones para que nos enterásemos por fin de cómo deciden darle o no – y de qué manera - salida a una noticia?

Todos sabemos aquello de las minorías ruidosas y las mayorías silenciosas.

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